miércoles, 23 de noviembre de 2011

RELATO Nº 4 PARA LA ANTOLOGÍA NAVIDEÑA (Paranormal) by Déborah F. Muñoz

Sombra y ángel






La Sombra sentía un profundo dolor al mirar a su amada Güen llorando frente al árbol de Navidad, sabiendo que ese dolor era culpa suya.
Tiempo atrás él había sido el ángel guardián de su prometido, pero no había podido evitar enamorarse de la futura esposa de su protegido. Sentía un profundo anhelo hacia ella, pero se mantuvo siempre en su papel observador, con el corazón roto al saber que nunca sería suya pero a la vez feliz porque, cuando su protegido se casara con ella, siempre podría tenerla cerca, de un modo u otro.
No obstante, todo cambió la noche del ataque, porque, además de haber sido incapaz de evitar que acabaran malheridos, al ver a la pareja desangrándose y a las sombras acechando en las inmediaciones, listas para destruir las almas nada más salieran de los cuerpos, dejó desamparado a su protegido para curar el cuerpo de ella.
Al haber echado por la borda el brillante futuro de un hombre destinado a acabar con el mal en el mundo, permitiendo que las sombras devoraran su alma, el ángel había recibido la peor condena posible. Ni siquiera se le había permitido transformarse en un demonio, sino que se le había expulsado del paraíso y poco a poco, al perder su contacto con el cielo, se había convertido en una sombra anhelante, la criatura más despreciable de la creación, condenada a devorar almas puras, que llevaban en su interior un pequeño cacho de paraíso, si no quería ser destruido por completo.
No obstante, aun podía soñar, y en sus sueños siempre estaba ella, ofreciéndole consuelo, al menos hasta que el nuevo ángel guardián de Güen ––recién asignado al haber cambiado el destino de la misma con su nueva vida lo suficiente como para merecer un protector––, lograba acceder a esos sueños y le perseguía, alejándole de ella incluso en ese lugar en el que no podría hacerla daño ni aunque se lo propusiera.
El antiguo ángel se negaba a acatar su destino y, al negarse a consumir almas, iba perdiendo poco a poco sus fuerzas, sabiendo que pronto moriría por completo y pasaría a formar parte del olvido. Mientras tanto, seguía observando a Güen, desde lejos, incapaz de acercarse a ella porque su ángel guardián le mantenía alejado junto a las otras sombras, que seguían a la joven, acechándola, a la espera de que las criaturas de la oscuridad se decidieran a volver a atacarla para poder devorar los rastros de su alma.


***


Güen lloraba junto al árbol de Navidad. Nunca le habían gustado esas fechas, y tanto menos desde el año anterior, en que unos seres oscuros habían atacado la base y habían matado a su prometido, Damien, dejándola a ella malherida. Echaba de menos la presencia de Damien, al que siempre parecía rodear una hermosa aura, la misma aura que había sentido que la protegía cuando estaba tendida en el suelo, medio muerta. Ya apenas recordaba su rostro, la sensación de sus caricias, pero sí ese aura que le envolvía, haciendo su mundo un poco más cálido. Aun podía sentirla cerca, velando por ella pero era incapaz de acercarse, como si algo a su alrededor la repeliera como un imán. No podía soportar el dolor y lo único que deseaba era dormir y entrar en el mundo de los sueños, donde esa aura, sin rostro, la rodeaba con sus brazos, hasta que una presencia fría se acercaba a ellos y él se veía obligado a huir, asegurando que ella estaba a salvo a pesar de todo.
––Damien, te echo tanto de menos… ––susurró a la nada, aferrando con fuerza el colgante que había quedado olvidado bajo el árbol de Navidad el año anterior, y que había recuperado meses después, cuando salió del hospital y se vio con fuerzas para volver a la casa en la que habían compartido tantos momentos.
Desde ese día había trabajado incansable por seguir con el legado de Damien, entrenando duro, mejorando las armas y tecnologías capaces de combatir a los seres oscuros y reclutando hombres capaces. Su ejército pronto estaría listo y no tardaría en atacar una de las bases de las diabólicas criaturas, dando un fuerte golpe a su estructura de poder y cortando de raíz la plaga que comenzaba a asolar el mundo material, cuyos habitantes comenzaban a darse cuenta de que la magia era real y de que las criaturas de la noche no eran sólo leyendas y seres que poblaban las pesadillas.
Frunciendo el ceño, como cada vez que pensaba en esos malditos seres, se limpió las lágrimas de los ojos y se dirigió a la sala de prácticas para entrenar con dureza antes de irse a dormir.

***


Apareció en una naturaleza muerta, completamente deslucida pero hermosa a su modo. Cuando empezaron los sueños, el lugar estaba lleno de vida y esplendor, pero según avanzaban las noches se iban realizando cambios, en principio imperceptibles, pero cada vez más evidentes, que destruían toda la vida del paisaje de forma imparable.
Le encontró donde siempre, apoyado en lo más oscuro de una pequeña cueva flanqueada por dos abetos, completamente cubierto por las sombras y emitiendo una desesperación cada vez más palpable. Se sentía apenada de que esa aura tan hermosa, que siempre proporcionaba tanta paz a su atormentada alma, sufriera tanto, pero sus intentos por consolarla eran inútiles.
––Te he echado tanto de menos, Damien…
––¿Aun sigues creyendo que yo soy Damien?.
––¿Quién, si no? ––preguntó acurrucándose contra él.
––Una sombra que ni siquiera recuerda su verdadero nombre. Pero lo peor es que yo soy el responsable de que todo esto ocurriera y de que sufras tanto cada día.
––No digas eso, no puedes culparte por lo que pasó, amor mío.
––No entiendes, no quieres entender. Pero no importa, porque si entendieras me despreciarías ––dijo él con la voz rota, abrazándola con más fuerza.
––¡Nunca podría despreciarte! ––exclamó Güen acariciando su mejilla.
––Qué importa, ya queda poco para el final.
––¿Qué quieres decir?.
––Que me estoy consumiendo, al mismo ritmo que se consume este lugar inexistente. Pronto no quedará de mí más que el recuerdo, y aun eso desaparecerá con el tiempo. Antes del día de Navidad no seré ni siquiera una sombra, y dudo que me queden fuerzas para volver a verte en este lugar antes de que llegue ese día.
––¡No, no lo permitiré! ––gritó Güen aferrándose a él aun con más fuerza––. ¡Acabaré con todos ellos y así podrás descansar en paz!.
––No hagas ninguna tontería, Güen. Aun no estás lista y no me salvarás atacando antes de tiempo. Mi tiempo se acabó y––antes de que pudiera acabar de hablar, el ángel guardián apareció y la Sombra, desprendiéndose de los brazos de su amada, salió corriendo––. Debo irme. No temas, no te hará daño ––dijo, como siempre, antes de desaparecer––. Y no ataques hasta que no estés segura de la victoria. Ni yo lo merezco, ni serviría de nada.
Güen intentó seguirle, pero un aura fría la rodeó, impidiéndola llegar hasta él.


***


El ataque a la base de los seres oscuros comenzó la víspera de Navidad, a pesar de todos los intentos de la Sombra por impedirlo. El ángel guardián había vigilado con celo a Güen, y, con sus mermadas fuerzas, le había resultado imposible acercarse lo suficiente a ella como para convencerla de que era una locura. Ni siquiera había sido capaz de acceder a sus sueños, ya que el mundo que había creado para ellos dos estaba tan moribundo que era un riesgo permitir que se internara en él, ya que existía la posibilidad de que muriera del todo con ella dentro.
La Sombra incluso había intentado razonar con el ángel guardián para convencerle de que hiciera algo, cualquier cosa, para impedir el ataque, pero el ser se había limitado a golpearle para mantenerle a distancia, debilitándole aun más. Desesperado, observó cómo las demás sombras se concentraban en los alrededores de su amada y sus luchadores, intuyendo que pronto tendrían alimento suficiente para todas.
Sólo podía tener la esperanza de que el ángel guardián hiciera bien su trabajo, al contrario que él mismo en su momento, pero cuando vio cómo el demonio se reunía en la base junto a las criaturas de la oscuridad supo que no habría forma de evitar el desastre, ya que el ángel no tendría más remedio que luchar con él, y entre tanto las sombras harían su trabajo.
Aun así, rezó con todas sus fuerzas, aunque sabía que nadie le escucharía, para que un golpe de suerte favoreciera a los atacantes, que, aunque lucharon con valentía y causaron numerosas bajas en el enemigo, de las que tardarían siglos en recuperarse del todo, pronto fueron sobrepasados por la ingente cantidad de criaturas oscuras y optaron por retirarse. Güen, que cubría la retirada, no tardó en caer y aunque su cuerpo fue recuperado por sus compañeros y llevado a un lugar seguro, no tardó en morir.
La Sombra vio cómo el alma se desprendía lentamente de su cuerpo y su naturaleza la instó a devorar un manjar tan suculento, pero utilizó las pocas fuerzas que le quedaban para enterrar profundamente ese instinto y ponerse justo delante del alma de su amada, envolviéndola con su aura.


***


Güen supo que estaba muerta y se levantó lentamente, mirando desconcertada su cadáver en el suelo. No tardó en fijar su atención, no obstante, en las sombras que la rodeaban. Había escuchado hablar de ellas y de pronto recordó que, cuando la atacaron un año atrás, sólo se había librado de ser consumida gracias a la intervención de un ángel, pero que Damien no había tenido tanta suerte. Aterrada, vio cómo esas repugnantes criaturas se acercaban a ella, cada vez más rápidamente, sin que hubiera ningún ángel cerca para socorrerla esta vez. Pero lo que más la impactó fue ver cómo una de esas sombras, que desprendía un aura demasiado conocida, se puso delante de ella antes de que el resto se lanzara a la par en su dirección.
––No, esto no puede estar pasando. No puedes ser una cosa tan despreciable… ––susurró, mirando a la asquerosa criatura que impedía que todas las demás la devoraran. Al oír estas palabras, la Sombra desprendió tal tristeza que se le partió el corazón, pero aun así sintió el impulso de alejarse de ella lo más posible.
Una luz comenzó entonces a envolverla, tirando de ella hacia su descanso eterno. Notó el alivio de la Sombra, que se debilitaba a ojos vista pero que había cumplido su objetivo impidiendo que fuera devorada antes de poder acceder al más allá. Y según se acercaba a esa luz lo supo todo: que esa sombra había sido el ángel guardián de Damien, el aura que tanto la había atraído en otro tiempo, y que se había convertido en lo que era por salvarla a ella, que por entonces no valía nada para los poderes celestiales, en lugar de salvar a su protegido.
Entonces, luchando contra la luz que tiraba de ella, abrazó con fuerza a la Sombra, de la que apenas quedaba nada, y amenazó a esos poderes con no marchar hacia allí si no arrastraba con ella a su salvador.


***


La Sombra despertó en el lugar del sueño, solo que volvía a ser tan espléndido como antes de empezar a decaer su poder. Su cabeza, completamente iluminada, reposaba sobre las rodillas de Güen, que le acariciaba suavemente. Aterrado porque le viera en su verdadera forma, intentó cubrirse el rostro pero observó atónito como sus garras informes eran ahora manos.
––Creí que nunca llegarías a despertar, Arzriel ––dijo Güen, aliviada. La Sombra recordó que ese era su nombre, pero no entendía cómo podía ella saberlo ni por qué se encontraba en su antiguo cuerpo, cuyas alas comenzaban a desadormecerse ahora que se había incorporado––. Ellos tuvieron que elegir los dos o ninguno. Nunca me habría marchado sin ti.
––¿Cómo pudiste? ¡Podrías haber sido aniquilada! ¡Por una sombra despreciable! ––exclamó Arzriel casi con miedo a tocarla.
––No por una sombra despreciable. Por ti. Nunca amé a Damien, amaba el aura que le rodeaba. Te amaba a ti ––le dijo ella acariciándole y besándole suavemente. Él sintió más placer de lo que recordaba haber sentido nunca, pero se alejó de ella con rapidez.
––Esto no es el paraíso.
––Ellos dijeron que no te permitirían volver allí otra vez, aunque ya no fueras una sombra, pero nos han permitido quedarnos en este lugar que creaste, en el mundo de los sueños.––Güen hizo un gesto abarcándolo todo, incluida la cueva en la que se encontraban y los abetos, que ahora estaban adornados con bolas y todo tipo de figuritas navideñas––. Me explicaron que te habían puesto a prueba durante el año que pasarte como sombra, que te habías redimido, y que aunque no puedas volver porque ya no eres un ángel todo esto es su regalo de Navidad para ti.
––No puedo permitirte eso. No puedes renunciar al paraíso por mí––se quejó Arzriel.
––¿Es que no lo entiendes?. Mi paraíso es estar aquí, contigo––rió ella, besándole con pasión. Arzriel finalmente se rindió y le devolvió el beso. El regalo de Navidad no era dejar de ser una sombra, o que le permitieran permanecer en ese lugar en lugar de caer en el olvido, sino estar con ella por fin, para siempre.



5 comentarios :

Angy J. W. dijo...

Que bonito!! ;_; Y original :D

Astarielle dijo...

Ya lei el relato en su blog, y esta xica es una makina eskribiendo. M encanta cada una d sus kreaciones^^

Eli dijo...

Ha sido un relato increíble, muy original y muy bien escrito. Ha sido una historia hermosa, felicidades a la autora.

Un beso

Jonaira Campagnuolo dijo...

Ya lo había leído en su blog, me encanta ese relato... todo lo que hace Deborah es increible...

D. C. López dijo...

Un fabuloso y original relato k no deja al lector indiferente, como todas tus obras querida Debi, eres una artistaza!!!.

Que bello es ver lo que es capaz de hacer "un@" por el amor... No hay nada ni nadie que logre acabar con ello... Tu historia es una fiel prueba de ello.

Gracias bella por participar en la antología y regalarnos un pedacito de tu brillante imaginación!